lunes, noviembre 01, 2004

Uno

La biblioteca estaba casi desierta. Era sábado en la mañana y estaba sentado frente a Tomás Segovia y Georges Dumezil, en libro. Poética y Profética y Nostradamus: Sócrates, respectivamente, ambos editados por el Fondo de Cultura Económica. Estaba tratando de encontrar el eslabón perdido entre la creación y la predicción, es decir, buscaba en libros la liga, o la diferencia, entre el escribir un simple poema y el emitir una profecía.

Me distraía mirando el gran ventanal que deja entrar un poco de sol a esos pasillos casi siempre helados y llenos de libros. El tema, a pesar de ser el que había elegido investigar para poder titularme de la licenciatura, me estaba resultando cada vez más pesado. Había muy poco material al respecto que se hubiera escrito de manera seria sobre las profecías en la historia de la literatura, y el proceso investigativo se me estaba quedando muy corto: no podía sustentar ideas porque los pilares no estaban puestos, y no me daba la gana sustentar los pilares de un estudio en el que nadie parecía, al menos en el ámbito académico, interesarse de verdad.

Estoy enfermo, tengo una infección en las vías urinarias que se rehúsa a irse, no importando los remedios, científicos o no, que le aplique. Por ello el estar en la biblioteca me era especialmente molesto: no hay baños dentro por miedo a que los visitantes introdujeran libros al baño para poder quitarles las alarmas y robárselos. Eso quiere decir que por cada hora y media de lectura me veía obligado a perder 15 minutos para ir al baño, justo a la salida.

Fue en una de esas salidas al baño cuando sucedió.

Estaba lavándome las manos en aquel lugar que yo suponía vacío, cuando a través del espejo vi a una persona mucho más alta que yo, vestida con una túnica roja que lo cubría de los pies a la cabeza, los brazos cruzados y las manos dentro de las mangas opuestas, salir de detrás de una de las puertas de los excusados. Lo vi acercarse lentamente, mientras me quedaba paralizado.

Ayúdanos, lo escuché decir, casi sin voz, una vez que estuvo detrás de mí, ayúdanos, a todos, y todos te ayudaremos. No pude preguntar ni a qué, de tanto miedo que tuve en ese momento. Por suerte acababa de mear, si no, te juro que en ese instante me orino. No se le veía la cara debajo de la capucha, ni se podía distinguir nada más que la túnica roja y la voz, como perdida.

Cerré los ojos un momento para tomar aire, y cuando los abrí, la figura ya no estaba. Pensé que todo había sido un juego provocado por el cansancio, o tal vez por la fiebre causada por las bacterias que viven en mi aparato urinario, pero cuando bajé la vista ahí estaba, un pedazo de pergamino, pergamino de verdad, apenas doblado, donde se leía con perfecta caligrafía manuscrita:

The words of the prophets are written on the subway walls and tenement halls.

Cero

No estoy atrapado en un barco que se hunde, piensa, estoy atrapado en un best-seller. El agua le llega ya hasta la mitad del pecho, y sigue subiendo. Con la mente bloqueada por el miedo, y por el frío, trata de abrir la puerta, pero es inútil, está trabada. Los papeles flotan a su alrededor, y el único ruido proviene del crujir de la madera y sus propios, desesperados, chapoteos.

La luz del camarote, que hasta ese momento seguía encendida, se apaga de golpe, acentuando la sensación de estar en su propio, húmedo y crujiente, entierro. Y se ríe mucho, por nervios, por angustia, por desesperación. Se ríe hasta que siente el agua fría muy cerca de su cuello. Entonces cierra los ojos y se concentra en tratar de decidir si va a aguantar la respiración o no cuando, dentro de un par de eternos minutos, el aire se agote.

El fin del mundo (ya no es lo que iba a ser).

epígrafes

"El problema de nuestros tiempos es que el futuro ya no es lo que era."
Paul Valery

"La mejor forma de predecir el futuro es inventarlo."
Alan Kay

"Me ofreces soluciones, me ofreces alternativas, y yo las rechazo."
R.E.M.
It's The End Of The World As We Know It (And I Feel Fine)

"Como los escribas continuarán, los pocos lectores que en el mundo habí­a van a cambiar de oficio y se pondrán también de escribas."
Julio Cortázar
Fin del mundo del fin

"Entonces yo tomaba aliento, dudaba, ponía la mente en blanco y finalmente decía: mis profecías son éstas."
Roberto Bolaño
Amuleto