lunes, noviembre 01, 2004

Cero

No estoy atrapado en un barco que se hunde, piensa, estoy atrapado en un best-seller. El agua le llega ya hasta la mitad del pecho, y sigue subiendo. Con la mente bloqueada por el miedo, y por el frío, trata de abrir la puerta, pero es inútil, está trabada. Los papeles flotan a su alrededor, y el único ruido proviene del crujir de la madera y sus propios, desesperados, chapoteos.

La luz del camarote, que hasta ese momento seguía encendida, se apaga de golpe, acentuando la sensación de estar en su propio, húmedo y crujiente, entierro. Y se ríe mucho, por nervios, por angustia, por desesperación. Se ríe hasta que siente el agua fría muy cerca de su cuello. Entonces cierra los ojos y se concentra en tratar de decidir si va a aguantar la respiración o no cuando, dentro de un par de eternos minutos, el aire se agote.

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